Este libro se erige, tan sólo un pequeño escalón por encima de Las tertulias de la orquesta, como la obra en prosa más sobresaliente sobre música y, sin duda, como el mejor libro escrito por músico alguno. Al contrario que otros compositores, Berlioz fue escritor por vocación. Como tal, siente la necesidad de expresarse con la pluma para defender su credo artístico y su propia concepción de la estética musical frente a los usos parisinos contra los que le tocó luchar a lo largo de toda su vida. El Berlioz escritor, más que convertirse en narrador de su vida, va a ser un cronista encargado de mostrar al mundo las desventuras de un artista en su afán por desenvolverse en una época y un lugar nada favorables al arte.