Acrósticos, palabras y letras bailarinas que se adueñan del papel, poemas traviesos que no tienen un pelo de tontos... al contrario de lo que sugiere el título. La obra de Beatriz Giménez es un conjunto de 25 composiciones estructuradas en un principio, un final y, entre ambos, tres partes dedicadas a “los versos que huyeron” por aire, por mar y por tierra. Los primeros se los tragó un gallo-veleta; los segundos los encontró la sirena Flora; y los últimos los recogió un escarabajo pelotero.