Kentukis

Kentukis

Kentukis

En el libro nos encontraremos con las historias de varios usuarios de Kentukis, intercaladas capitulo a capitulo, los cuales a pesar de tratarse de temas tecnológicos, resultan bastantes sencillos de leer sin perder el hilo entre una historia y otra, además de contar con cierto ápice de misterio que nos mantendrá expectantes capitulo a capitulo, siendo precisamente esto lo que hizo que no cumpliera del todo mis expectativas, pues esperaba que más de una historia diera un giro que fuera más allá del voyerismo de los usuarios. 
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Básicamente, los Kentukis son animales robóticos, quien sea usuario de un Kentuki puede maniobrarlo, ver y escuchar a través de una tableta o computadora gracias a una conexión pre pagada la cual se enlaza al equipo elegido y del cual una vez perdida la conexión no se podrá volver a utilizar para enlazarlo con otro Kentuki. En cuanto a los que son llamados “amos” son los dueños del robot, es decir, quien lo compro para tenerlo como mascota o juguete y que debe de procurar que no sufra algún daño o perderá la conexión y quedara obsoleto. Tanto usuario y amo deben de estar en sincronía para que el objeto logre cargarse, ya que si se termina la batería dejara de funcionar definitivamente, lo que resultara en pérdida para ambos.
La cuestión es si los que tienen al objeto en su casa son realmente los amos como se les hace creer o quien tiene el control es el usuario que está maniobrando al Kentuki, siempre percatándose de lo que hacen en el lugar donde se encuentra el objeto, conociendo las rutinas, los familiares cercanos, gustos, horarios y demás. 
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A pesar de ser una historia no muy alejada de la realidad, es triste darse cuenta la necesidad que tenemos las personas de conectar con alguien más, como nos podemos llegar a encariñar con un objeto creyendo que es como una mascotita que nos hace compañía pero que no demandara limpieza ni alimentos, solo un cargador siempre conectado a la corriente y con fácil acceso para que el Kentuki se recargue solo. Es precisamente ese punto el que me hace analizar el comportamiento de las personas, como preferirían tener un objeto a su en lugar de un ser vivo, como piensan que conseguir un Kentuki y ver a través de un aparato los haría estar más cerca de sus familiares, cosa que no sucede pues no se elige a que Kentuki se realizara la conexión.
Ahora veamos el otro extremo, la persona que podría estar las 24 horas “espiando” en otra parte del mundo, cumpliendo las carencias de alguien más y las propias; inclusive la atención a los niños puede ser remplazaba por un Kentuki con el que jugaran u observaran en otro lugar, dependiendo lo que elijan ser. Pero analicemos, ¿No es muy parecido a la actualidad? ¿No se les proporcionan a los niños tabletas o celulares para entretenerse sin estar al pendiente de que es lo que están viendo ahí? Pero que sucede cuando el usuario se percata que en otro extremo del mundo a donde está ligada su conexión está sucediendo algo, algo que no está bien, llámese violencia, delitos, etc, ¿debería de buscar la manera de intervenir o limitarse a observar?

Por Vian Jaime 🖤

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