Reseña del editor
Cada año, a finales de mayo o primeros de junio, sesenta días transcurridos tras el Domingo de Resurrección, la ciudad nazarita se pone más bella que nunca, que ya es difícil. Se engalana con sus mejores trajes. Se colocan toldos de arpillera. Se cuelgan luces de múltiples colores y distintas siluetas geométricas que recordarán al ciudadano de a pie que los días mayores de la ciudad se aproximan. Se presenta un cartel oficial con toda la programación de las fiestas. Gallardetes, banderines, flámulas, oriflamas y grímpolas aumentan la tonalidad de la ciudad con su variada gama de alegría y vistosidad. El recinto ferial comienza a revivir de nuevo con el montaje de casetas y barracas en el que, por espacio de unos nueve días, todo será alegría y bullicio. El albero que baña las calles Martinetes, Verdiales, Reja, Polo, Vito, Caña, Zambra y Maimones comienza a regarse para que la «polvarea» no empañe el tradicional desfile de carruajes y caballistas. Los columpios inundan la calle del Infierno mientras que las casetas-disco ya se afanan en probar sus estruendosos aparatos de música. Los puestos de algodón, churros, hamburguesas, perritos calientes, kebabs, maíz, chucherías y turrones son instalados tan fugazmente como el tiempo que durarán en el perímetro de Almanjáyar. Y es que Granada se acicala solemnemente para su fiesta mayor. Una fiesta, la del Corpus Christi, que alcanzará su punto más álgido cuando el Santísimo, con olor a juncia, romero y mastranzo, recorra las calles ese jueves que reluce más que el sol y en el que todos los devotos lucen sus mejores galas.
Biografía del autor
Juan José Montijano Ruiz (Granada, 1977), es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, especialista en teatro de humor contemporáneo, Regidor de Escena por la Asociación Española de Enseñanzas Técnico-Profesionales con la calificación de Matrícula de Honor y Diploma Emérito de mencionado organismo así como profesor de Literatura española en el Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada y Premio Nacional a toda su trayectoria como investigador en pro de la difusión del teatro frívolo español otorgado por AITE y la Confederación Nacional de Teatro Amateur (2014). Su tesis doctoral, Historia del teatro olvidado: la Revista (1864-2009), la primera que se llevaba a cabo en nuestro país sobre el denominado teatro frívolo español (2009) ha sido considerada como pionera en su ámbito y enormemente elogiada por la comunidad académica a nivel nacional e internacional. Miembro de la Asociación Andaluza de Dramaturgos, Investigadores y Críticos Teatrales, de la Asociación Internacional de Teatro Siglo XXI y académico numerario de la Academia de las Artes Escénicas de España, en estos momentos, se configura como el mayor especialista que existe en nuestro país sobre la modalidad del teatro frívolo español en todas sus variantes; buena prueba de ello son sus numerosos artículos y trabajos de investigación, entre los que ocupan un lugar preferente sus libros.