Al iniciar su último año de trabajo como docente, Vivian Gussin Paley cuenta en este libro la historia de su despedida y también la historia del autodescubrimiento de Reeny, una niña que tiene una gran preferencia por el color marrón. Conducidos por Reeny, Paley y los niños se enamoran de los libros del autor italiano Leo Lionni y reinventan su trabajo en el aula en torno a las conversaciones sobre estos relatos. A través de Frederick, el ratón, y los otros personajes de Lionni, ellos indagan en temas de raza, identidad, género y las necesidades humanas esenciales: crear y pertenecer. Guiada por sus alumnos, y enhebrando relatos fiel a su propuesta de continuidad narrativa que despiertan los sentimientos y los interrogantes más profundos de los niños, esta carismática maestra y autora transmite con inusitada agudeza el mundo de un grupo de niños pequeños en el que los personajes de cada relato entran en el aula, en los juegos y en las conversaciones diarias. Paley descubre así que el territorio inexplorado que se despliega frente a ella y Reeny expresa la esencia misma de la escuela. «Yo también necesito que en la clase haya pasión. Necesito la intensa preocupación de un grupo de niños y maestras que inventan nuevos mundos mientras aprenden a conocer recíprocamente sus sueños. Inventar es estar vivo. Más que a la ausencia de calificaciones, yo me resisto a la ausencia de imaginación. (...) Todos tenemos en nuestro interior algo que sólo nosotros podemos ver y oír. Y ese algo surge en nuestras historias, en nuestros juegos, en todo lo que decimos y hacemos» (Vivian Gussin Paley).